La Reconstrucción

La Reconstrucción

En Julio de 1976 la Municipalidad de Azul, por decreto del Intendente Municipal Cnel. Ricardes a instancias de la Asociación Española, clausuró el Teatro debido a la falta de seguridad y lamentables condiciones de higiene en que se encontraba.

La Asociación Española de Socorros Mutuos de Azul, después de varios años en juicio con el concesionario, recuperaba la sala de teatro en ruinas y volvía a ser protagonista y responsable del futuro de este inmueble.

Pero esta institución, nacida en 1882, también sufría el deterioro propio de un corte generacional y de una inmigración cada vez más tenue y dispersa, que ponía en serio riesgo el futuro.

Fue allí que la grandeza y la comprensión de la realidad de sus dirigentes encabezados por don Manuel Sánchez Trespalacios (presidente de la Asoc. Española), don Juan Mingarro (tesorero) y don Juan José Bogliolo (secretario) dieron a Azul la posibilidad de pensar en un trabajo mancomunado para la reconstrucción del Teatro Español a fin de evitar que nuevamente Azul sufriera un despojo tal como había ocurrido por aquellos años con el extraordinario edificio del Banco de la Nación Argentina, que fuera demolido.

La figura señera de don Manuel Sánchez Trespalacios surge como un gestor indiscutible de la reconstrucción, por su tesón y su voluntad indeclinable ante tan magno objetivo, actitud que permanentemente ha sido reconocida por sus pares y por quienes lo siguieron y en prueba de tal reconocimiento se le impuso su nombre a la sala del Teatro Español de Azul.

Se convocó a todos los sectores de la comunidad para sumarse a la empresa, así nacieron la Comisión Administradora del Teatro Español con la función de organizar y controlar las obras de Reconstrucción y la Comisión de Apoyo Financiero, quien debía gestionar la provisión de los fondos necesarios para la tarea.

Estas comisiones fueron formadas por empleados, funcionarios, comerciantes, profesionales, productores, representantes de instituciones intermedias, etc., los que comenzaron a delinear las primeras acciones luego de la firma del primer contrato de arrendamiento entre la Asociación Española y la Municipalidad de Azul (año 1978).

Entre los principales comentarios que influían en la opinión pública de la época, se insistía en que el dinero invertido quedaría en beneficio de la Asociación Española.

Nada fue más lejano a ello, pues la misma comunidad asumió la tarea de mantener viva a la Asociación Española de Socorros Mutuos de Azul, como testimonio de respeto por el legado tan importante del Teatro, conformando en la actualidad una muestra viva de la nacionalidad argentina, crisol de razas y fusión de nacionalidades.

En 1978, mediante el contrato de arrendamiento de 5 años, el Municipio se comprometía a realizar los trabajos de remodelación y reconstrucción.

El planteo inicial por parte de algunos funcionarios fue el de dar un lavado de cara a la sala para su pronta habilitación, pero con el correr de los meses se fue tomando conciencia de que se trataba de una obra de gran magnitud, que había que asumirla con un gran respeto, con paciencia y que significaría los desvelos de muchos de los integrantes de las instituciones involucradas.

Paralelamente se firma un contrato con la firma de la empresa propietaria del Hotel Mar del Plata, por el que la misma se hacía cargo de la construcción de una confitería y restaurante con el aporte de los materiales por parte de la Comisión Administradora del Teatro Español.

Entre las primeras medidas se recuerdan las ventas de abonos para las primeras funciones del Teatro una vez reinaugurado (concreción que se produjo nada más que 14 años después). La emisión de estos abonos fue una idea impulsada por el Sr. Mantovano (por entonces Gerente de la Sucursal Azul del Banco Provincia), quien junto con don Manuel Sánchez Trespalacios y Miguel A. Castellar estamparon su firma en cada uno de ellos, y los mismos significaron una pequeña “hipoteca” de las localidades, de las que solo pocos vecinos “acreedores” pasaron la factura al reinaugurarse.

En abril de 1980 la inundación afectó el galpón donde se encontraban depositadas las butacas originales recientemente retapizadas, destruyéndolas en gran parte, situación que pudo subsanarse recién varios años después cuando mediante un comodato fueron conseguidas por el Dr. Luís Miralles, cuando desempeñaba funciones en el Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires las que hoy luego de retapizadas y reacondicionadas por la comisión se encuentran en la planta baja del coliseo.

En noviembre de 1980 fallece atropellado por una camioneta cuando se dirigía a su domicilio luego de una reunión de la Comisión Administradora, don Manuel Sánchez Trespalacios, pero queda su entusiasmo y su fuerza muy marcada en cada uno de los integrantes de las Comisiones, siendo un permanente reconocimiento hacia su figura una característica de cada integrante.

Cuando se tuvo real conciencia de que los montos que involucraba la reconstrucción, que excedían ampliamente las previsiones iniciales, y que se ubicaban por estimación del Sr. Francisco Gayani (integrante de la Comisión de Apoyo Financiero por el año 1980), en los dos millones de dólares estadounidenses, se pensó en varias alternativas, entre las que estaba darlo a conocer a la comunidad, o seguir trabajando en silencio. Se optó por la segunda pues se consideraba que el shock que provocaría la noticia a la comunidad, posiblemente significaría la paralización de las obras ante tan inalcanzable objetivo. El correr del tiempo confirmó que lo elegido fue lo más aconsejable a los tiempos que corrían donde no faltaban las ollas populares en algunos distritos cercanos de Azul, y la tarea emprendida por este grupo de azuleños no se veía fructificar en la sala.

Como veremos, existían cuatro instituciones involucradas directamente en la obra: Municipalidad, Asociación Española de Socorros Mutuos, Comisión Administradora y Comisión de Apoyo Financiero.

Ello implicaba multiplicidad de enfoques y criterios, y por supuesto, una dinámica diferente de acuerdo con los intereses legítimos y propios de cada institución.

El entusiasmo inicial de las personas que se acercaron se contagió a toda la comunidad, y se manifestó a través de múltiples realizaciones que aportaron fondos tan necesarios para esta idea en estado embrionario. Las realizaciones de rifas de automóviles y electrodomésticos impulsadas por Roberto Kober y otros integrantes de la Comisión de Apoyo Financiero, significaron importantes flujos de fondos. Las gestiones por subsidios nacionales no tuvieron éxito, los provinciales solo fructificaron parcialmente y los municipales si bien insuficientes para la magnitud involucrada tuvieron mayor regularidad.

También hubo gestiones que aportaron energías a las comisiones, tales como la entrega por el Sr. Miguel A. Castellar de un petitorio en la mano de la Reina Sofía de España en su visita al predio ferial de Palermo (lo que fue un verdadero alerta para la custodia real). Esta gestión motivó posteriormente una conceptuosa carta del Palacio Real de Madrid, pero ni una peseta.

Así en forma totalmente natural, y con un solo y claro objetivo se fueron delineando los primeros pasos y las primeras realizaciones que permitieron ir homogeneizando un estilo de conducción en las comisiones actoras del desafío y aportar los fondos tan requeridos por la obra.

La primera etapa de la obra fue dirigida por el Arq. Carlos Fortunato, intercalado durante un par de años ejerció esa tarea la Arq. Aracelli Marateo, hasta que a partir del año 1990, el Ing. civil Marcos Zuccato Sánchez (nieto de Don Manuel Sánchez Trespalacios) y el Arq. Fortunato desempeñaron en forma conjunta las tareas de proyecto y dirección hasta su reinauguración. En el año 1994 bajo la dirección del Ing. Marcos Zuccato comenzó la restauración integral de la fachada del edificio, la que fue culminada en 1996. Posteriormente el Ing. Zuccato se encargaría también de continuar con la dirección de los trabajos de restauración y puesta en valor faltantes en las oficinas y sala de reuniones de la institución y otras realizaciones de importancia que se emprendieron con el transcurso de los años.  

En todos los casos los profesionales contaron con el apoyo irrestricto y concreto de los miembros de la comisión, que se integraron a comisiones de obra y que facilitaron el accionar de los mismos mediante una efectiva y comprometida participación.

Breve descripción de los trabajos de Restauración:

El complejo cultural del Teatro Español fue construido en estilo Neoclásico entre los años 1894 y 1897, con la sala en forma de “herradura” terminada con refinados detalles de ornamentación.

Está compuesto por cuatro sectores (claramente diferenciados de acuerdo a su función específica):

Sector l: comprende hall de entrada, sala de espectáculos (en tres niveles), grupos sanitarios públicos, camarines y dependencias anexas.

Sector 2: comprende el Salón Cultural destinado a conferencias y/o espectáculos afines (ubicado en el frente de la planta alta), salón anexo, grupos sanitarios públicos y dependencias.

Sector 3: comprende la secretaría de la Asociación Española y dependencias.

Sector 4: comprende la confitería del teatro (en dos niveles) con sus dependencias.

En el año 1978, luego de arduas tratativas, la Asociación Española firmó un Convenio de Usufructo con la Municipalidad por el cual esta última se comprometía a participar activamente con aportes de fondos para las obras de restauración del Complejo Cultural, a cambio de su uso por espacio de 20 años.

A fin de garantizar y dar cumplimiento al convenio firmado y con el objeto de que toda la comunidad sea partícipe del emprendimiento, se formó la Comisión Administradora del Teatro Español, compuesta por cuatro miembros de la Asociación Española de Socorros Mutuos y cuatro de entidades culturales sin fines de lucro (actualmente: Biblioteca Popular Bartolomé J. Ronco, Centro de Extensión Cultural, Foto Club Azul y Fundación del Nuevo Banco de Azul) y presidida por el Director de Cultura Municipal.

Esta comisión fue y sigue siendo la encargada de encausar todas las acciones tendientes a la obtención de aportes económicos y recursos humanos con el objeto de administrar y controlar el desarrollo de las obras, iniciadas ese mismo año.

Básicamente el criterio seguido desde el comienzo de las obras fue priorizar la solución de los puntos conflictivos que incrementaban aun más el deterioro, tomando como premisa avanzar con la reconstrucción “de arriba hacia abajo y de atrás hacia adelante”.

Por lo tanto se comenzó con la reparación de los casi 2000 m2 de techos, reforzando su estructura de sostén y renovando la totalidad de los desagües pluviales. De este modo se detuvo el avance de las filtraciones que hacían peligrar la integridad de los cielorrasos de yeso y su decoración original.

Fue ideado un plan director ordenado por etapas y áreas de trabajo que establecían espacios bien delimitados, teniendo en cuenta la posibilidad de habilitar su funcionamiento en el menor tiempo posible de acuerdo al volumen de inversiones necesarias, duración y la complejidad de los trabajos a ejecutar.

Se decidió emprender la restauración del Salón Cultural (sector 2), que por sus dimensiones y estado de conservación requería una inversión acotada, acorde a las disponibilidades económicas del memento. Su reinauguración se llevó a cabo en noviembre de 1980.

La siguiente etapa fue la confitería del teatro (sector 4), a la que se dotó de un entrepiso que permitió duplicar su capacidad, equipándosela con el confort actual pero conservando el “sabor de su época” con el reciclado de su mobiliario original. La misma quedó habilitada al público en octubre de 1982.

Simultaneamente en este año se comenzó la adecuación de las instalaciones de infraestructura de la sala de teatro (sector 1), renovando totalmente las cañerías de agua corriente, desagües cloacales, gas y calefacción central.

El paso siguiente fue construir los camarines y sanitarios para artistas, posibilitando así la concreción de espectáculos con la sala en reparaciones.

De esta manera se generó una corriente de público amante al teatro, a la vez que se lograba un ingreso de fondos para ayudar a solventar la reconstrucción.

Fueron construidos los cielorrasos faltantes y restaurados los existentes con sus respectivas ornamentaciones, tanto en la sala como en el hall de entrada.

En los paramentos de la sala se ejecutaron la totalidad de los revoques, jaharro y enlucido, exigiéndose un alto nivel de terminación para permitir un correcto empapelado posterior.

Se procedió al relevamiento moldura por moldura de la decoración original a fin de determinar su reparación “in situ” o la sustitución por una réplica.

Fueron fabricados moldes de caucho siliconado para crear las reposiciones faltantes: el frente cubre-candilejas fue ejecutado con material a base de resinas sintéticas y fibra de vidrio, mientras que en las paredes de sala, hall y cielorrasos se construyeron con yeso los frisos, modillones perimetrales y rosetones faltantes.

La restauración de molduras de los palcos fue ejecutada “in situ” por artesanos locales utilizando las técnicas constructivas de fines de siglo pasado.

En parrilla y puente de maniobras de escenario se reforzó la estructura de soporte con perfilería y vigas reticuladas. Para los contrapesos fueron torneadas especialmente las roldanas en grilón (moderno material plástico de alta resistencia), y se fabricaron las clavijas con madera similar a las originales.

Un experimentado vitralista local restauró los vitrales originales de las paredes y la lucarna central de la sala y creó réplicas de los modelos existentes para el hall, utilizando técnicas tradicionales de pigmentación, pintado y horneado en ambas caras.

Los pisos, tanto de escenario como de las plateas y palcos, fueron desmantelados y readecuada su estructura de sostén.

En los palcos se utilizaron las tablas de pinotea recicladas, mientras que el resto se ejecutó con un nuevo entablonado machihembrado de pino brasil, estacionado durante cinco años en las condiciones de temperatura y humedad ambiente del lugar.

Para completar los artefactos lumínicos faltantes, se encargó especialmente la fabricación de réplicas exactas de los pocos apliques de bronce existentes, las tulipas fueron construidas en vidrio opal utilizando moldes similares a los de principio de siglo.

En cuanto a la tapicería, se rescataron los bordados y flecos originales -de hilo dorado- de los arlequines y bambalinón de boca. Estos fueron reacondicionados y aplicados sobre la pana color bordeaux que se utilizó para su confección.

El telón de boca y el retapizado de las butacas y barandales de palcos fue realizado con la misma pana ignifuga.

Una de las mayores dificultades enfrentadas durante la restauración fue la de hallar los colores originales con que estuvieran pintadas sus paredes, esto implicó la realización de numerosos cateos y una búsqueda exhaustiva detrás de marcos y varillas.

Las pinturas originales del tímpano de la embocadura del escenario fueron preservadas, en ellas se destacan los retratos de Miguel de Cervantes Saavedra y Lope de Vega.

El frente de los palcos fue pintado en color marfil con pátinas sobre tonos oscuros al igual que la totalidad de las molduras de la sala y paredes del hall.

En cuanto a las paredes de la sala fueron revestidas con papel tradicional color bordeaux opaco.

Siguiendo con las premisas básicas de desarrollo de obra, en el año 1994 se comienzan los trabajos de restauración integral de la fachada (con una superficie de 381 m2), que después de sus casi 100 años mostraba avanzados signos de deterioro. Se efectuó el diagnóstico de su estado, documentándoselo a través de un relevamiento fotográfico seriado y planimétrico.

A fin de garantizar el uso de la acera sin riesgos, tanto por los peatones como por los asistentes a los espectáculos, fue diseñada especialmente una estructura de andamios para satisfacer estas necesidades por un lapso prolongado.

Se resolvió realizar los trabajos con materiales y técnicas similares a las de su construcción original, para lo cual fue contratado un plantel de operarios locales rigurosamente seleccionados, encabezados por un especialista en frentes con 45 años de experiencia.

Las molduras, exacta réplica de las realizadas en 1897, se ejecutaron artesanalmente con el empleo de herramientas tradicionales tales como moldes deslizables, espátulas, cinceles, peines de acero, etc.

El balcón semi-derruido, de 23 m de largo, presentaba un peligro latente para los transeúntes. Se decidió demoler su frente y rehacerlo, fabricándose moldes de caucho siliconado a fin de lograr réplicas de los balaustres, de esta manera el conjunto recuperó su aspecto original.

La estructura de sostén del piso fue recompuesta accediendo por su parte inferior, salvándolo así de su demolición; en cuanto a los modillones, se reforzó su anclaje a los perfiles de acero. El piso fue impermeabilizado utilizando productos transparentes a base de siliconas.

A fin de obtener el color original y lograr una terminación de apariencia homogénea e impermeabilizar convenientemente la fachada, se le dio un acabado final con pinturas plásticas de probada eficacia.

Por último, para preservar el trabajo realizado del ataque químico producido por la descomposición del guano de las palomas, se instaló un sistema de protección mecánico de patente norteamericana. Básicamente esta compuesto por púas y micro-cables de acero inoxidable que impiden que las aves se posen sobre las molduras y salientes, no alterando el aspecto visual del conjunto.

El Complejo Cultural Teatro Español de Azul fue declarado, por Ley 10.719, “Monumento Histórico Provincial” en el año 1988.

A su vez, la reinauguración fue incluida dentro de los actos oficiales de la conmemoración del V Centenario del descubrimiento de América. Las obras de restauración obtuvieron el “Primer Premio Nacional de Restauración en obras que involucren al Patrimonio Edificado año 1996” (premio compartido con la restauración del Edificio del Correo Central de Buenos Aires). El trabajo de restauración realizado fue expuesto en el “III Congreso Internacional de Rehabilitación del Patrimonio Edificado” realizado en Granada (España) en el año 1996.

Al comienzo de la restauración algunos consideraron este objetivo como una onerosa quijotada, no obstante gracias a ella, la ciudad de Azul ha salvado un mojón urbano que despierta sentimientos y asociaciones gratificantes en sus habitantes.

Ing. civil Marcos Zuccato